Ayer domingo el régimen de Bashar al Asad, que gobernó Siria durante 24 años, llegó a un abrupto final tras una ofensiva relámpago liderada por grupos rebeldes islamistas. Este evento marca un punto de inflexión en la historia del país, que ha estado sumido en una devastadora guerra
El periodista internacional Tomás Friedmann destacó en diálogo con el Informativo Carve de Cierre que esta operación no solo desestabiliza la región, sino que altera el tablero geopolítico global. “Con la caída de Asad, Rusia pierde un puerto estratégico y bases aéreas utilizadas para operaciones militares y comerciales. Irán, por su parte, ve reducida su capacidad de apoyar a grupos como Hezbollah”, explicó Friedmann.
La Unión Europea celebró el fin de lo que denominó una “dictadura cruel”, pero advirtió sobre posibles consecuencias humanitarias, como una nueva crisis migratoria. En respuesta, varios países europeos suspendieron temporalmente las tramitaciones de asilo para ciudadanos sirios. Sin embargo, los insurgentes han hecho un llamado a los sirios desplazados para que regresen y contribuyan a la construcción de un nuevo futuro.
Por su parte, Israel aprovechó la coyuntura para realizar ataques estratégicos en el centro de Siria, buscando neutralizar arsenales de armas químicas en manos de grupos terroristas. Según Friedmann, “Israel no solo busca proteger su seguridad nacional, sino también aprovechar la debilidad de Siria para consolidar su posición en las alturas del Golán”.
La figura de Donald Trump, presidente electo de Estados Unidos, emerge como un factor clave en este desenlace. Friedmann sugiere que la caída de Asad podría estar alineada con la visión estratégica de Trump, quien busca un mundo sin guerras, incluso si ello implica movimientos abruptos y controversiales. “Trump no es un negociador, es un líder autoritario que se impone, y su influencia en este desenlace es evidente”, agregó.