El caso de Río Negro y Soriano que conmovió al país puso en el centro del debate un fenómeno creciente y poco visibilizado, que es la violencia ejercida contra hijos e hijas para dañar a la madre.
La tragedia ocurrida la semana pasada, en la que Andrés Morosini asesinó a sus dos hijos, Francisco y Alfonsina, antes de quitarse la vida, reveló una realidad más extendida de lo que muchos imaginaban. Según datos del Sistema Integral de Protección a la Infancia y a la Adolescencia contra la Violencia (Sipiav), en los últimos dos años y medio al menos 13 menores fueron asesinados en Uruguay en situaciones de violencia vicaria.
El periodista de El Observador, Tomer Urwicz, autor de la investigación, explicó que se trata de un escenario “de mínima”, ya que existen otros casos en los que resulta difícil establecer si el asesinato estuvo motivado por la intención de dañar a la madre.
El concepto fue definido en 2012 por la psicóloga argentino-española Sonia Vaccaro, quien lo describe como un tipo de violencia de género en el que los hijos son utilizados para herir a la mujer. No se limita a los asesinatos, también incluye amenazas, chantajes económicos y la manipulación del vínculo con los niños como forma de extorsión.
“Es la punta de un iceberg”, señaló Urwicz en diálogo con Informativo Carve del Mediodía, al remarcar que detrás de los homicidios hay un entramado de violencias menos visibles, pero igualmente dañinas.
El caso reavivó el debate en torno a la ley de tenencia compartida aprobada en 2023, que establece la corresponsabilidad de la crianza cuando los padres se separan. Desde el Frente Amplio anunciaron que impulsarán su modificación, al considerar que no prioriza el interés superior del niño, mientras legisladores del Partido Nacional defendieron la norma.
La coordinadora del Sipiav, María Elena Mizrahi, advirtió que la ley pone el foco en los derechos de los adultos antes que en la protección de los menores, y cuestionó que muchas veces no se evalúa adecuadamente el riesgo que enfrentan los niños en contextos de violencia.
Urwicz también reflexionó sobre el tratamiento mediático de estos casos. Señaló que, aunque la amplia cobertura generó un estado de alerta social, existe el riesgo de caer en la sobreexposición y la confusión de relatos.
“Lo importante es mantener el foco en las víctimas, que son los niños, y en cómo prevenir que tragedias como esta se repitan”, concluyó.
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