Cada año se producen 100 mil millones de prendas en el mundo y el 60% se descarta en menos de un año. A esto se suma que más de la mitad contiene fibras sintéticas, generando liberación de microplásticos. Frente a este escenario de desperdicio, en Uruguay surgió un proyecto que combina sustentabilidad, inclusión social e identidad local.
Se trata de Ecodeporte Circular, un emprendimiento fundado por la contadora Fabricia Méndez en Juan Lacaze (Colonia), que busca dar una segunda vida a los residuos textiles vinculados al deporte. “En Uruguay se generan más de 2.000 toneladas anuales de desechos deportivos. Nuestro propósito es transformarlos en nuevos artículos con diseño, impacto cultural y social”, explicó.
La iniciativa recibe camisetas, colchonetas de yoga, calzas, gorros, mochilas y distintos materiales deportivos en desuso. Tras una etapa de clasificación y limpieza, los insumos se convierten en nuevos productos deportivos gracias al trabajo de un equipo integrado por diseñadores y costureras de la comunidad, mujeres en situación de desempleo.
“Tenemos historias muy lindas, como la de un corredor que nos trajo la pechera de su primera carrera de cinco kilómetros y le confeccionamos una mochila personalizada. Hoy va feliz al club con ese recuerdo convertido en un objeto útil”, contó Méndez.
Ecodeporte Circular no solo apunta a la producción, sino que también realiza charlas en escuelas, liceos y UTU, sensibilizando sobre la importancia de un deporte circular, inclusivo y sostenible. Además, participa en eventos deportivos con puntos de recolección de pecheras y otros materiales, promoviendo la conciencia ambiental entre corredores.
En noviembre, la iniciativa formará parte de la primera carrera 100% sustentable en las sierras de Carapé, donde se entregarán medallas confeccionadas con plástico reciclado en lugar de trofeos tradicionales.
Con apenas cinco meses de vida, el emprendimiento ya suma cuatro costureras, dos diseñadores y alianzas con organizaciones como Reimpulso, MAE Sustentable, Mama Moderna y el Centro de Innovación y Emprendimientos (CIE), que acompaña su desarrollo.
“Esto empezó en pandemia como una inquietud personal, y hoy se ha convertido en un movimiento cultural y educativo. Cada kilo recuperado es una nueva oportunidad”, resumió Méndez.
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