Un relevamiento realizado por Fundación Manantiales en 27 centros educativos de Montevideo encendió una alerta sobre el vínculo de los adolescentes uruguayos con el celular. La encuesta, aplicada a 925 estudiantes de entre 12 y 18 años, muestra que el 77% admite que el uso del teléfono atenta contra su concentración en clase.
En tanto, un 65% reconoce utilizarlo durante los cursos, ya sea “frecuentemente” (27%) o “a veces” (38%).
Adrián Dell ´Asta, director del programa de prevención de la Fundación, explicó que la investigación surgió a partir del aumento de consultas por tecnoadicciones. “Desde 2019 a 2024 pasamos de un 12% a un 21% de consultas vinculadas a conductas de este tipo. El celular es el medio por el cual se potencian muchas de ellas”, señaló.
El estudio también advierte sobre consecuencias fuera del salón de clases. El 41% de los jóvenes consultados reconoce problemas de descanso vinculados al uso del celular. Además, el 32% dice sentir presión por la validación social en redes.
Se detectaron situaciones de ciberacoso y exclusión digital, como dejar a compañeros fuera de grupos de WhatsApp o actividades sociales organizadas en línea.
Dell ´Asta subrayó que estas dinámicas pueden derivar en ansiedad, depresión e incluso riesgo de vida en adolescentes vulnerables.
El director de Manantiales recordó que varios países ya adoptaron medidas restrictivas. España y Chile prohíben el uso de celulares en la educación primaria y media, algunos estados de EE.UU. aplican controles estrictos, y Australia restringió el acceso libre a redes sociales para menores de 16 años.
“Con los problemas de salud mental que tiene Uruguay, este no puede dejar de ser un tema de agenda pública. No hablamos de demonizar la tecnología, sino de acompañar su uso con inteligencia emocional”, afirmó.
Dell ´Asta recomendó estar atentos a indicadores como alteraciones en el sueño, aislamiento social, irritabilidad e impaciencia, sobrepeso y sedentarismo.
También llamó a los padres a participar más en las instancias de formación que ofrecen las instituciones educativas. “Notamos mucha apatía. Ser padre o madre es un trabajo, y estas capacitaciones son oportunidades para acompañar mejor a los hijos en estos desafíos”, dijo.
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