En una nueva columna sobre innovación, Sabrina Sauksteliskis trató un tema que genera polémica: ¿el cerebro emprendedor es innato o se forma con el tiempo? Para responderlo, consultó a voces diversas, una psicóloga, un académico, un joven emprendedor y un inversor.
El punto de partida fue la personalidad del emprendedor. La psicóloga Carolina Greno, que acompaña a emprendedores en mentoría de presentaciones (“pitch”), explicó que hay perfiles más lógicos, orientados a datos, procesos y resiliencia frente al rechazo, y perfiles más emocionales, marcados por la pasión y la conexión humana, pero también más sensibles a la frustración. El equilibrio entre ambos sería lo ideal.
Por otro lado, el aprendizaje constante. Enrique “Topo” Topolansky, director del Centro de Innovación y Emprendimiento de la Universidad ORT, fue categórico y dijo que “no existe un gen emprendedor”. Según explicó, la clave está en aprender de referentes, rodearse de buenos equipos y combinar visión, ambición y capacidad de ejecución.
Una mirada desde la experiencia. Nicolás López, de 23 años, fundador de la startup Horizon y con recorrido en Silicon Valley, sostuvo que sí hay un “ADN emprendedor”, vinculado a la curiosidad intelectual y la resiliencia. Sin embargo, remarcó que sin escuchar, pedir ayuda y aprender de otros, es imposible crecer.
El ojo del inversor. Para Santiago Canigia, director de Dripper Startup Houses y con experiencia en fondos de inversión, el factor decisivo es la persona detrás de la idea. “A los cinco minutos ya me doy cuenta si hay algo especial”, explicó. Lo que se puede tener como potencial, agregó, siempre debe pulirse con formación y práctica.
Factores en común. Entre todas las miradas apareció un punto de coincidencia: la resiliencia. La capacidad de soportar rechazos, levantarse tras los fracasos y sostener un proyecto en el tiempo es lo que diferencia al que llega lejos del que se queda en el camino.
Mientras que desde afuera se percibe que los uruguayos tienen hambre de salir al mundo, Topolansky señaló que aún falta creérsela más y pensar en grande. Para eso, destacó la importancia de las incubadoras universitarias y de armar equipos complementarios que convenzan también a los inversores.
En definitiva, no se trata solo de “nacer” con un chip emprendedor ni de “hacerse” una sola vez. Como resumió Sauksteliskis, “uno se hace muchas veces, cada vez que fracasa y vuelve a empezar”.
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