Las empresas familiares tienen un peso decisivo en la economía uruguaya ya que generan buena parte del empleo y de la inversión en todo el país. Para conocer cómo evolucionan y cuáles son sus principales desafíos, la consultora KPMG y el Centro de Empresas Familiares de la Cámara de Comercio y Servicios del Uruguay (CEF) presentaron la tercera edición del estudio Retratos de Familia en Uruguay.
La investigación relevó 116 compañías de distintos sectores y regiones, y muestra un panorama de optimismo en materia de ventas y empleo, aunque persisten preocupaciones sobre los costos laborales, la sucesión generacional y la falta de planificación estratégica.
En diálogo con Informativo Carve de Cierre, Verónica Balestero, coordinadora general del Centro de Empresas Familiares, recordó que este espacio, que en noviembre cumple 17 años, tiene como propósito “cuidar de la familia empresaria”.
“Entendemos que los negocios pueden ir y venir, ojalá siempre vengan, pero la familia es una sola, y hay que cuidar los lazos de afecto y unión”, explicó.
Balestero define una empresa familiar como aquella en la que una familia es propietaria del negocio, al menos uno de sus integrantes trabaja en él, y existe la voluntad de legarlo a la siguiente generación. Ese deseo de continuidad, dijo, “implica empezar a formar e involucrar a los herederos, y construir una visión de futuro compartida”.
Según el estudio, el 75% de las familias empresarias consultadas tiene la intención de seguir siendo una empresa familiar. En la mayoría de los casos alrededor del 60% conviven dos o más generaciones dentro del negocio.
“En las empresas familiares conviven dos sistemas con objetivos distintos: el sistema familia, centrado en la protección y los valores, y el sistema empresa, que busca rentabilidad y eficiencia. Cuando esos dos mundos se cruzan, pueden surgir tensiones”, explicó Balestero.
Por eso, añadió, “organizar a la familia” es clave para preservar los vínculos y evitar conflictos.
Una de las principales herramientas para ordenar esa convivencia es el protocolo o acuerdo familiar, un documento en el que la familia define por consenso las reglas de funcionamiento: remuneraciones, criterios para ingresar a la empresa, manejo de participaciones o acuerdos en caso de matrimonios o separaciones.
Sin embargo, solo un 20% de las empresas familiares uruguayas cuenta con un protocolo vigente.
“Todavía estamos sensibilizando sobre su importancia. En general, la baja adopción no se debe a resistencia, sino al desconocimiento de la herramienta”, señaló Balestero. “Cuando las familias la conocen, suelen ser muy receptivas y proclives a incorporarla.”
Estos acuerdos, aclaró, “no tienen validez legal, sino moral”, y deben ser respetados por todos los miembros, trabajen o no en la empresa.
Otro de los puntos críticos que revela el estudio es la falta de preparación de los sucesores. Aunque nueve de cada diez familias empresarias reconocen la importancia de planificar la sucesión, menos de un tercio tiene definido un relevo concreto.
“La sucesión es un proceso que puede durar entre cinco y diez años. Requiere formación técnica, competencias de liderazgo y una transferencia del capital relacional (el vínculo con clientes, proveedores y aliados) que muchas veces es personal del fundador”, explicó Balestero.
Si ese traspaso no se planifica, advirtió, puede ser traumático. “Cuando la sucesión se da por la vía de los hechos, sin preparación, el riesgo de conflicto o fracaso empresarial es alto”, indicó.
El éxito en la continuidad, señaló, depende de que ambas generaciones se reconozcan mutuamente. “El líder que deja la empresa debe hacerlo con respeto y apertura, y quien llega debe hacerlo con agradecimiento y visión renovada. Solo así se logra mantener la armonía, que es una palabra clave en este tipo de negocios”, resaltó.
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