Uruguay ya pasó su pico de población. En las próximas décadas se perderán trabajadores, aumentarán los adultos mayores y el sistema de bienestar enfrentará tensiones crecientes. La clave, según el economista Diego Aboal, estará en la tecnología, la educación y la inversión en primera infancia.
Según las últimas proyecciones del Instituto Nacional de Estadística (INE), Uruguay ya alcanzó su máximo poblacional y comenzará a decrecer.
Aboal, exdirector del INE y experto en políticas públicas, sostuvo en su columna en Informativo Carve de Cierre que esto plantea un dilema profundo, que es, si seguimos siendo un país pequeño o si nos estamos convirtiendo en un país vacío.
“El país no es tan chico territorialmente, pero sí está cada vez más vacío”, señaló Aboal, A su vez, indicó que lo que viene no parece revertir la tendencia, ya que, de aquí a 2065 el país podría perder alrededor de medio millón de habitantes, con una caída marcada también en la población en edad de trabajar.
En 2015 nacían en Uruguay cerca de 49.000 bebés al año. En 2024, esa cifra se redujo a 30.000. Es una caída del 40% en apenas una década. Parte de la explicación está en un dato positivo, que es la fuerte reducción del embarazo adolescente, gracias al acceso a métodos anticonceptivos y a un cambio cultural. A esto se suma la postergación general de la maternidad y paternidad que termina achicando las familias.
Esta baja natalidad, combinada con una población envejecida y mayor mortalidad, marca un punto de inflexión. Hoy nacen menos personas de las que mueren, y, si no hay una ola inmigratoria importante, como reconoció Aboal, no hay razones para pensar que esta dinámica se revierta.
Uno de los focos de preocupación está en la población económicamente activa. Uruguay alcanzará su pico de personas en edad de trabajar (15 a 64 años) en torno al año 2033, con unos 2,3 millones. A partir de allí, comenzará a caer. Hacia 2065, se habrán perdido unas 600.000 personas en edad laboral.
Esto pone presión sobre el sistema previsional, el sistema de salud y la producción económica. La única salida posible, sostiene, es aumentar fuertemente la productividad, incorporando tecnología e inteligencia artificial.
Aboal propone no perder a ningún niño, apostar a su formación educativa desde la primera infancia y acompañar esa inversión con una adopción masiva de tecnología. No en programas piloto o de nicho, sino en políticas que lleguen a todos: hogares, empresas, Estado.
“La inteligencia artificial es una revolución que ya está ocurriendo. Uruguay tiene que pasar del séptimo lugar al primero en adopción tecnológica en América Latina”, sostuvo.
Además, insistió en que la inversión en primera infancia es también una inversión económica inteligente: cada dólar destinado puede rendir entre 3 y 17 dólares en productividad futura.
Aunque el escenario plantea desafíos, también abre oportunidades. Aboal recordó que el envejecimiento de la población cambiará el consumo, el mercado laboral y los servicios. Desde empaques más pequeños en los supermercados hasta turismo orientado a personas mayores, surgirán nuevos sectores en la llamada “economía plateada”.
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