Con el cambio de gobierno en marcha, la discusión del Presupuesto en su tramo final y un cierre de año cargado de incertidumbres, varios indicadores empiezan a encender luces amarillas sobre la economía uruguaya. Estancamiento de la actividad, señales de enfriamiento del empleo y salida de empresas han puesto el foco en una pregunta clave: ¿puede Uruguay seguir confiando en su “buena suerte” como estrategia de crecimiento?
La economista e investigadora del CED, Deborah Eilender, analizó este panorama en Informativo Carve de Cierre, con foco en su columna publicada en el diario El País, titulada “Un país no puede vivir de la suerte”, publicada en
Eilender recordó que el país arrastra desde hace años un crecimiento por debajo de su potencial. Si bien el equipo económico ha insistido en que Uruguay necesita expandirse por encima del 2 %, la economista señaló que la realidad muestra otra cosa, con indicadores mensuales de actividad sin avances, empleo estancado, con niveles relativamente altos pero sin dinamismo, clima empresarial más deteriorado y empresas que se van o frenan inversiones.
“Estamos viendo una economía que no crece. Las señales se acumulan desde hace meses”, sostuvo.
Uruguay sigue siendo un país agroexportador. Para Eilender, ese sector “mueve genuinamente la aguja”, pero también tiene un límite estructural, que es la dependencia fuerte de los precios internacionales, la incapacidad del país para influir en ellos, y ciclos de crecimiento atados al viento de cola o a shocks externos.
Por eso, insistió en la necesidad de diversificar. “Cuando los commodities vienen mal, no puede caerse todo el país”, resaltó.
A la hora de atraer inversiones, Uruguay “tiene fortalezas, pero también contras claras”. Entre las más relevantes están los altos impuestos (que explican por qué la mayoría de las grandes inversiones recientes se instalan en zonas francas), y costos laborales elevados. Esto lo convierte en un país caro para producir y también para vivir.
Durante los últimos años, parte de la inversión extranjera llegó a Uruguay como refugio ante la crisis argentina. Empresas tecnológicas, servicios y agroindustrias desembarcaron o expandieron operaciones aprovechando la estabilidad uruguaya.
Sin embargo, Eilender destacó que ese ciclo parece revertirse. “Uruguay atrae inversión porque es estable y previsible. Pero cuando la región se ordena un poco, ese diferencial se reduce y parte de esa inversión empieza a irse”, advirtió.
Para la economista, el país ha tenido “suerte” en algunos momentos (por ejemplo, cuando Argentina atravesó su crisis reciente), pero eso no constituye una estrategia sostenible.
Eilender consideró que faltan políticas más ambiciosas para atraer inversión y estimular el crecimiento. Incluso observa señales negativas en el Presupuesto, como aumento de impuestos, o la implementación del impuesto global (que “desincentiva la inversión”).
“Necesitamos una estrategia de crecimiento más clara. No podemos depender del contexto regional para que vengan empresas”, afirmó.
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