El conflicto entre Irán e Israel entra en su octavo día, con intercambios diarios de misiles y drones que mantienen en vilo a Medio Oriente y al resto del mundo.
En el centro del enfrentamiento está el programa nuclear iraní, una amenaza que Israel considera existencial, y que ha desencadenado un ataque “preventivo” por parte del gobierno de Netanyahu. La escalada abre interrogantes no solo sobre el futuro de la región, sino sobre el papel de potencias como Estados Unidos, Rusia y China.
“Hay en juego dos tipos de supervivencias”, sostuvo el periodista y especialista en política internacional Ignacio Montes de Oca, en diálogo con Informativo Carve del Mediodía.
“Por un lado, la supervivencia de Israel, frente a un estado que ha prometido su aniquilación. Por otro, la del régimen iraní, que ve amenazada su permanencia ante una ofensiva que ya no apunta solo a frenar el plan nuclear, sino a provocar un cambio de régimen”, indicó.
La preocupación central de Israel radica en el rápido avance del programa nuclear iraní. Según datos de la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA), Irán ya cuenta con más de 400 kg de uranio enriquecido al 60%, y estaría en condiciones técnicas de alcanzar el umbral del 90% necesario para fabricar un arma nuclear. Las instalaciones subterráneas de Fodrow se convirtieron en blanco clave de los ataques israelíes.
Israel solicita apoyo de Estados Unidos para penetrar estas instalaciones fortificadas, mientras Washington evalúa su posible intervención directa. “Estados Unidos está cada vez más cerca de involucrarse, aunque aún duda. Hay presiones internas para evitar repetir guerras interminables y costos millonarios, pero también está en juego su rol global”, señala Montes de Oca.
En cuanto a la capacidad ofensiva de Irán, el experto advierte que el país persa aún dispone de cerca de 3.000 misiles balísticos, de los cuales ha lanzado poco más de 500. “Cada uno tiene una carga explosiva de aproximadamente 500 kg. El daño potencial es enorme, aunque depende de la eficacia del sistema defensivo israelí”, que incluye el Domo de Hierro, Honda de David y los misiles Arrow, todos con capacidad limitada, agregó.
Del lado israelí, la ventaja aérea sobre Irán le permite mantener la presión. Y aunque el uso de armas nucleares sería un último recurso, Montes de Oca recuerda que Israel dispone de unas 100 ojivas nucleares. “Es una posibilidad dramática, pero no descartable en un conflicto existencial”, indicó.
Rusia y China han hecho llamados a la contención, especialmente dirigidos a Israel. Moscú, incluso, dejó entrever que no toleraría la caída del régimen iraní. Beijing, por su parte, sugirió que Irán “no quedará solo” en caso de una escalada mayor. “No se lo dicen a Israel, se lo dicen a Estados Unidos”, aclaró Montes de Oca.
Mientras tanto, el expresidente estadounidense Donald Trump enfrenta una decisión crucial. Parte de su electorado apuesta por el aislacionismo, y ve con recelo un nuevo involucramiento militar. “Eso favorece a Irán, que busca resistir hasta lograr una negociación que salve al régimen”, explicó Montes de Oca, aunque advierte que este retraimiento también debilita el rol global de Estados Unidos y puede encarecer el petróleo, alimentar la inflación y agravar la crisis de deuda norteamericana.
Consultado sobre la duración potencial de este nuevo conflicto, Montes de Oca fue claro y señaló que “puede durar mucho”, con un Irán que tiene tres armas: su programa nuclear en desarrollo, una capacidad militar convencional que dificulta una invasión terrestre y sus redes de aliados armados como Hezbollah, Hamas y los hutíes.
La estrategia israelí es ir por la “cabeza de la hidra”, es decir, el régimen de los ayatolás. Pero la posible eliminación del líder supremo, Ali Jamenei, plantea riesgos aún mayores. “No es solo una figura política, sino también religiosa. Si lo matan, puede ser interpretado como un ataque al islam chiíta en su conjunto, e incluso provocar una alianza circunstancial con los sunitas, tradicionalmente enemigos, pero unidos por una causa común contra Israel y Estados Unidos”, resaltó.
“Podríamos pasar de una guerra política a una guerra religiosa, con consecuencias enormes”, alerta el analista. Las derivaciones de esta escalada son múltiples y de una magnitud que puede exceder lo estrictamente militar o diplomático.
Mientras el mundo observa, el reloj sigue corriendo, y con cada hora que pasa, la posibilidad de una gran conflagración regional, o incluso global, deja de ser una hipótesis lejana.
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