La Agencia Nacional de Desarrollo (ANDE) cumple diez años de funcionamiento efectivo, y encara una nueva etapa con foco en uno de los principales desafíos de la economía uruguaya, que es mejorar la productividad, la competitividad y la inserción internacional de las micro, pequeñas y medianas empresas.
El presidente de ANDE, Juan Ignacio Dorrego, repasó en Informativo Carve del Mediodía el recorrido de la agencia, su rol en distintos contextos económicos y las líneas estratégicas que marcarán el trabajo en los próximos años.
ANDE fue creada por ley en 2009, pero comenzó a operar en 2015. Desde entonces, se consolidó como una de las agencias más jóvenes del Estado uruguayo, con dependencia del Ministerio de Economía y Finanzas y una fuerte vinculación con el sector productivo privado.
Actualmente, ANDE cuenta con unos 70 funcionarios en su sede central y desarrolla una de sus políticas más relevantes a través del programa Centros Pymes, una red de 24 oficinas distribuidas en todo el territorio nacional, con presencia en todos los departamentos y fuerte anclaje en el interior.
Cada centro cuenta con equipos técnicos integrados por profesionales en áreas como economía, contabilidad, derecho, marketing y diseño, y funciona en coordinación con cámaras empresariales locales. A través de esta red, ANDE se vincula anualmente con más de 12.000 empresas, mientras que el universo total de empresas atendidas por la agencia supera el millar por año.
En Uruguay existen cerca de 200.000 pymes, que representan el 99,6% del total de empresas y generan dos de cada tres puestos de trabajo del sector privado.
Uno de los ejes centrales de la nueva agenda de ANDE es la productividad. Un estudio reciente de la agencia reveló que, entre 2008 y 2022, la productividad laboral de la empresa “tipo” en Uruguay creció menos del 1%, un avance considerado muy bajo.
El informe también muestra que las mejoras en productividad se concentran en un grupo reducido de grandes empresas, mientras que la brecha con las micro, pequeñas y medianas empresas se amplía. Sin embargo, el estudio deja un dato alentador, que las empresas que logran pasar de niveles bajos a altos de productividad tienden a sostener ese desempeño en el tiempo.
Para Dorrego, este diagnóstico refuerza la necesidad de políticas públicas que apunten a “mover la aguja” en productividad, incorporando formación, tecnología e innovación.
Con ese objetivo, ANDE definió una estrategia de especialización inteligente, combinando desarrollo territorial y sectorial. El país fue organizado en cinco regiones productivas (Norte, Litoral, Centro-Sur, Este y Sur-Metropolitana) y se priorizaron seis cadenas de valor consideradas clave para el crecimiento (industrias creativas, agroindustria inteligente, logística, turismo, ciencias de la vida y tecnologías de la información y servicios intensivos en conocimiento).
Además, la agencia estructuró su trabajo en torno a tres “misiones”: mejorar la productividad, fortalecer la competitividad y acelerar la transición hacia modelos de producción sostenibles.
Otro de los datos que preocupa a la agencia es el bajo nivel de innovación empresarial. Según la última encuesta nacional, solo el 15% de las empresas uruguayas declara innovar.
Si bien Uruguay se ubica en una posición intermedia a nivel global en inversión en innovación, los resultados obtenidos no acompañan ese esfuerzo, lo que evidencia un desajuste entre los recursos invertidos y los impactos logrados.
En ese marco se inscribe el programa Uruguay al Mundo, impulsado junto a Uruguay XXI, ANII, LATU y el MIEM, con el objetivo de facilitar la internacionalización de pymes y startups. El programa contempla no solo apoyo económico para participar en ferias y rondas internacionales, sino también la elaboración de planes de internacionalización.
Los apoyos previstos alcanzan hasta 10.000 dólares para pymes y hasta 20.000 dólares para startups y emprendimientos de base científico-tecnológica.
El acceso al financiamiento es otro de los pilares estratégicos. ANDE trabaja en un acuerdo con el Banco República que incluye líneas de crédito específicas para empresas jóvenes, proyectos de sostenibilidad y mejoras de productividad, además de la puesta en marcha de un Plan Nacional de Educación Financiera.
Desde la agencia advierten que muchas micro y pequeñas empresas toman decisiones crediticias inadecuadas o subutilizan instrumentos financieros disponibles, lo que refuerza la necesidad de combinar crédito con formación y acompañamiento técnico.
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