Australia se convirtió en el primer país del mundo en prohibir el acceso a redes sociales para menores de 16 años, una decisión que alcanzará a plataformas como Instagram, TikTok, YouTube, X y Snapchat, y que prevé multas para las empresas que no cumplan con la verificación de edad.
La medida reavivó el debate global sobre tecnología, regulación y salud mental adolescente. Para la psiquiatra de niños y adolescentes, Natalia Trenchi, la iniciativa genera “emociones mezcladas”, porque, si bien considera valioso que los adultos “hagan algo”, advierte que la prohibición en sí misma no resuelve los problemas de fondo.
En diálogo con Informativo Carve del Mediodía, Trenchi sostuvo que las redes sociales no son la causa principal de los problemas de ansiedad, depresión o conflictos escolares en niños y adolescentes. “No soy de las que culpa a la heladera si yo engordo. Las redes amplifican carencias que vienen de otro lado”, resaltó.
Según la especialista, el mal uso de la tecnología deja al descubierto debilidades en la crianza y en la educación. La violencia y los comportamientos dañinos que se ven en plataformas digitales, señaló, no surgen de la tecnología, sino de relaciones humanas que ya venían deterioradas.
Por eso advirtió que la sociedad no debe creer que “prohibiendo las redes se soluciona algo”, ya que sin cambios culturales de fondo “los chiquilines van a burlar la prohibición” y el problema seguirá intacto.
A su vez, indicó que la prohibición puede generar el efecto inverso, como aumenta el interés, lo que lleva a los adolescentes a buscar las formas de evadir esa medida.
En esta línea, agregó que que incluso si la medida fuese efectiva hasta los 16 años, sin una educación adecuada que les brinde herramientas en el uso de la tecnología, se crea una situación artificial, que lleva a la pregunta respecto a qué sucede con esos adolescentes luego de que cumplan los 16 años, ya que, por generación espontánea no sabrán usarla bien las redes.
Trenchi también alertó sobre otro fenómeno vinculado a la expansión tecnológica, que es el autodiagnóstico y la búsqueda de apoyo emocional en herramientas de inteligencia artificial. “Muchos adolescentes consultan al chat GPT sobre sus problemas en vez de hablar con un adulto. Eso habla más de nosotros como sociedad que de la inteligencia artificial”, cuestionó.
Para la psiquiatra, la tecnología “se cuela por una brecha que dejamos los adultos”, que es la falta de escucha, de tiempo compartido y de vínculo afectivo. “Si un chiquilín estuviera satisfecho en su posibilidad de hablar con alguien, no iría a una máquina a contarle que tiene miedo o que no puede dormir”, afirmó.
Trenchi subrayó que el mal uso de las pantallas no es exclusivo de los adolescentes, ya que muchos niños se quejan de la falta de atención de sus propios padres, absorbidos por sus celulares incluso en actividades escolares o deportivas.
Respecto a la discusión sobre el uso del celular en las escuelas y liceos, la psiquiatra señaló que depende del propósito. Si es un distractor, debe prohibirse “igual que no se permite entrar con una pelota o una revista de chistes”. Sin embargo, en su visión, si se usa como herramienta pedagógica, sería “una lástima perder la oportunidad” de que los estudiantes desarrollen habilidades necesarias para el mundo actual.
Para Trenchi, lo valioso de la medida australiana es la señal simbólica. “El mundo adulto les está diciendo a los chiquilines: esto se nos fue de las manos, vamos a bajar la pelota y ver cómo lo manejamos”, enfatizó.
Pero insistió en que la prohibición solo tiene sentido si abre la puerta a acciones profundas. Educación emocional, enseñanza de la no violencia, resolución de conflictos, aceptación del diferente y reconstrucción del vínculo humano en la crianza.
“Cuanto más poder nos da la tecnología, más importante es educarnos mejor”, recordó, citando a Clemente Estable, y concluyó que es necesario “transformar la tecnología en un aliado, no en un enemigo”.
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