Tras el ataque estadounidense a las principales instalaciones nucleares de Irán, el conflicto en Medio Oriente ha entrado en una nueva fase de escalada militar y tensión diplomática. Aunque la operación de Washington duró apenas 25 minutos y no ha sido seguida por nuevos bombardeos desde entonces, Israel ha incrementado significativamente su ofensiva contra territorio iraní.
Este lunes, el ejército israelí bombardeó la prisión de Evin (conocida por alojar a presos políticos y opositores al régimen de los ayatolás), además de atacar una sede de la Guardia Revolucionaria Islámica y destruir un reloj simbólico que apuntaba al “fin del Estado judío”. Según fuentes israelíes, cientos de miembros de esa fuerza habrían muerto en los ataques.
Irán respondió lanzando cientos de misiles contra Israel, de los cuales entre un 10% y 15% lograron evadir el sistema antimisiles Cúpula de Hierro. Las ciudades de Tel Aviv, Haifa y zonas aledañas sufrieron impactos, provocando daños severos, entre ellos un apagón que afectó a unas 8.000 familias en el sur del país, tras el ataque a una planta eléctrica.
Uno de los grandes interrogantes que se plantea en este contexto es si los ataques podrían derivar en una caída del régimen iraní. Analistas consideran que esto es poco probable, dado que el régimen cuenta con el respaldo firme de los militares, lo que dificulta cualquier posibilidad de fractura interna, pese a la disidencia y persecución existente.
Incluso el expresidente Donald Trump deslizó esa posibilidad en su red social “Truth”, aunque la Casa Blanca aclaró que no es un objetivo oficial de Estados Unidos: “El objetivo es impedir que Irán obtenga armas nucleares”, afirmaron desde Washington.
Uno de los focos de mayor preocupación global es el Estrecho de Hormuz, paso estratégico por el que circula entre el 20% y 25% del petróleo y gas del mundo. Aunque el Parlamento iraní pidió oficialmente cerrar el estrecho, el gobierno aún no ha tomado esa decisión, probablemente por la dependencia mutua con China, su principal comprador de crudo.
China, Rusia y la Unión Europea han pedido una desescalada urgente. Rusia, por su parte, respaldó a Irán y cuestionó los ataques estadounidenses, al tiempo que exigió que la comunidad internacional inspeccione también el arsenal nuclear de Israel, que nunca fue auditado.
Aunque se temía un salto abrupto en el precio del petróleo y fuertes movimientos en los mercados bursátiles, las consecuencias económicas inmediatas han sido moderadas. El barril de crudo subió momentáneamente a 80 dólares, pero retrocedió a 76-78 dólares. Las bolsas, por su parte, no registraron caídas significativas.
Los analistas consideran que el mercado ya “descontó” el ataque inicial de Estados Unidos y está a la espera de una eventual salida diplomática. Los esfuerzos ahora apuntan a contener la situación y evitar un conflicto mayor.
La preocupación internacional no solo se centra en Medio Oriente. Estados Unidos y sus servicios de inteligencia, junto con el Mossad israelí, formaron un comité conjunto para anticipar posibles atentados fuera de la región. Según informes, Irán mantiene presencia y vínculos activos con países latinoamericanos como Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia, lo que eleva el nivel de alerta en el hemisferio.
Por otro lado, Qatar cerró su espacio aéreo, temiendo un ataque a la principal base estadounidense en la región, que alberga unos 8.000 efectivos.
Mientras crecen los temores de una expansión del conflicto, la OTAN ha convocado una reunión extraordinaria, en la que también participará Donald Trump, buscando respuestas y acciones coordinadas. Rusia y China, por su parte, llaman a la contención y rechazan la vía militar como solución. El mundo observa con inquietud mientras se acumulan las armas y se alejan los acuerdos.
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