El consumo de carne de cerdo en Uruguay creció en los últimos años. Se estima un aumento del 21% en Montevideo, pero ese crecimiento no se explica por la producción nacional, sino por la importación. Así lo señaló Fernando Andrade, presidente de la Asociación Uruguaya de Productores de Cerdos (AUPC) y de la Cooperativa Agraria Limitada Uruguaya de Productores de Cerdos (Caluprocerd), en diálogo con Informativo Carve de Cierre.
“Es medio paradójico, pero ese volumen de carne no lo hizo la carne fresca nacional, lo hizo la carne importada, que viene de Brasil o de Dinamarca, a un precio muy bajo frente al costo real de producir un cerdo en Uruguay”, explicó.
Según datos oficiales, en 2024 había 108.083 cabezas de ganado porcino y 2.925 productores. Se trata mayoritariamente de productores familiares, con cría concentrada en Canelones y San José, y con presencia menor en otros departamentos.
“Acá no hay grandes productores de cerdo. Los que existen son familiares, con 20, 30, 40 o hasta 100 madres en casos excepcionales. Muchos criaderos han cerrado porque no da el costo del cerdo y tampoco hay recambio generacional”, señaló Andrade.
El dirigente reconoció que competir con Brasil es “imposible” por la diferencia de escala. “Allí pueden licuar costos y exportar, mientras que en Uruguay no hay frigoríficos habilitados para vender carne de cerdo al exterior. Si quisiéramos cubrir el consumo interno solo con producción nacional, en tres días se terminaría el stock”, agregó.
Además, advirtió que Uruguay produce maíz y soja, pero no transforma esos granos en carne: “Sacamos soja y maíz, pero no producimos carne. Capaz que lo lógico sería industrializar esa producción”.
La gran diferencia para la supervivencia del sector está en las compras estatales. Más del 60% de la producción de la cooperativa Calipro Cerdo se destina al Ministerio de Defensa y al Ministerio del Interior (cárceles).
“Esa decisión política permitió que los productores familiares siguieran trabajando. La cooperativa no solo comercializa, también produce ración, brinda asistencia veterinaria y organiza la distribución. Sin eso, la producción ya hubiera desaparecido”, sostuvo Andrade.
Aunque el sector planteó al gobierno que las chacinerías compren al menos un 2% de cerdo nacional, la exigencia de calidad limita la entrada de la producción local. “Para competir necesitamos genética, instalaciones y ración de primera. El mercado pide un cerdo magro y calibrado, y para lograrlo hay que invertir”, remarcó.
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